¿Hasta cuándo resistirá la Enfermería?

Mª José Algarra, Secretaria autonómica de SATSE Navarra
¿Hasta cuándo resistirá la Enfermería?

El trabajo de la enfermera se basa en el cuidado integral del paciente. Un cuidado profesional, especializado y experimentado. Es un trabajo que implica estar a diario en contacto directo con situaciones muy delicadas cuyo punto más crítico es la muerte. Aunque es difícil “no llevarse a casa” lo sufrido, la enfermera es una profesional preparada y formada para ello. Incluso cuando viene una crisis sanitaria como la actual, que arrastra ya casi dos años de trabajo, digamos, forzoso. Forzoso tanto en lo físico como en lo psicológico, algo que hemos visto en el estudio recientemente publicado sobre la precaria salud mental de las enfermeras del SNS-O. Y eso que las encuestas se hicieron antes de impacto de la Ómicron, del anuncio del fin de la pandemia allá por octubre, de la reducción de contingente COVID y del rastreo, de una OPE desafortunadamente convocada, de una resolución inoportuna de los traslados en Navidad, de unos días especiales no pagados, y de un sistema sanitario crónicamente débil que aguanta gracias al esfuerzo de todo el personal en general, de las enfermeras y enfermeros en particular.

Sin embargo, tras el impacto de las primeras olas, en lugar de ir reforzando plantillas a medio plazo, trabajando en condiciones laborales y entornos seguros para las profesionales, consolidando protocolos y normativa jurídica, la administración ha ido improvisando y parcheando. Porque una cosa es no ver venir una cepa tan sumamente contagiosa como la Ómicrom y otra no tener en cuenta que las navidades son, de siempre, un periodo malo en contratación, así como que hacer un examen en febrero implica, de facto, que las listas de contratación se vacíen los meses previos. Tener en cuenta la confluencia de estos dos factores en un contexto pandémico, pues hombre, ahí si hay margen de previsión.

Las consecuencias de toda esta concatenación de errores han puesto a la enfermería en un callejón sin salida donde la sobrecarga laboral es incalculable (o sí, atenciones a más de 400 pacientes en una jornada de Urgencias cuando lo habitual eran menos de la mitad), un desconcierto social absoluto ante las indicaciones y medidas, la falta acuciante de profesionales de enfermería y la consiguiente vulneración de derechos de estas profesionales. La enésima, la reciente instrucción donde se confirma aquello que el sindicato ya advirtió, la cancelación de vacaciones en gran parte de los servicios. Que sí, que pueden solicitarlas de nuevo hasta marzo, pero díselo a la madre que no ha disfrutado de la cabalgata de los Reyes magos con sus hijos. La empatía de la administración con sus profesionales es nula y lo demuestra en cada decisión que toma.

Esta sobrecarga laboral se suma a las secuelas de dos años de trabajo donde el desánimo y la desesperanza ha ido en aumento, sumado al miedo al contagio, el aislamiento familiar, el cansancio absoluto, el sentimiento de abandono e, incluso, el enfrentamiento a una sociedad que, igualmente desconcertada, acaba volcando su incertidumbre en las espaldas de la enfermera.

En definitiva, una falta de decisiones, actuaciones y medidas concretas que han hecho que la sanidad navarra termine el año en una tesitura que difícilmente tendrá solución en 2022 con la actual actitud y falta de diálogo con profesionales, agentes sociales y organizaciones sanitarias. ¿Hasta cuándo permitirán a la Consejería de Salud tener estos márgenes de error?