Tiburcio de Redín volvió a casa

Este jueves se produjo una reunión familiar muy especial. Tiburcio de Redín y Cruzat, un pamplonés nacido en la calle Mayor que llevó (y defendió) la fama de Navarra por cuatro continentes, volvió a hacerse presente en la casa que le vio nacer, el Palacio de Redín y Cruzat, en compañía de los socios de Pompaelo, con el historiador Pedro del Guayo y con Joaquín Mencos Doussinague, Marqués de la Real Defensa y descendiente de la familia. Lo hizo con la presentación de una nueva edición de la biografía de Julio Puyol, recuperada y publicada por Pompaelo. Y lo hizo casi a tamaño natural.

Tiburcio de Redín “ha hecho historia” pero, como recordó Ignacio Mencos, con toda su fama y aventuras, fue menos importante que su hermano mayor, Martín. Si Tiburcio tiene una calle, Martín tiene un baluarte de las murallas de Pamplona (la parte mejor conservada, además) y otro en Mdina, en Malta. Fue el único navarro de su tiempo con el título de príncipe, como Gran Maestre de la orden de Malta, y virrey de Sicilia entre otras cosas. Otro hermano murió en las Antillas, luchando con los piratas holandeses, y otro fue abad de Oña (un abad notorio por “decir lo que pensaba y hacer lo que quería”, en palabras del ponente). Todos los hermanos que llegaron a adultos fueron notables, dejando huella en Navarra y mucho más allá, y todos murieron sin descendencia: el linaje familiar continuó a través de su hermana. 

El padre de todos ellos fue también un militar notable, uno de los pocos pamploneses de los que sabemos que participó en la batalla de Lepanto. Murió joven, dejando a sus hijos a cargo de Isabel Cruzat, una dama de carácter notable y de armas tomar, y con una seguridad en sí misma y en su propia importancia que heredaron sus hijos, tanto como su radical sentido del honor.

Las aventuras de Tiburcio desde que salió para las guerras de Italia a los 14 años hasta que murió en La Guaira en olor de santidad son dignas de una serie con varias temporadas. Valiente hasta el exceso, indisciplinado hasta mucho más allá, era temible para los enemigos y para los que le contrariaban, fueran alguaciles, alcaldes, validos del rey (se enfrentó al Conde Duque de Olivares en las calles de Madrid) o ciudades enteras. Su susceptibilidad era famosa (llegó a sacar la espada cuando en una obra de teatro, en la capital, se tomó a broma Navarra), pero sus capacidades le hicieron disfrutar de la confianza de Felipe IV durante muchos años y pese a muchas aventuras.

Todo aquello quedó repentinamente atrás cuando tomó los hábitos dominicos con la misma intensidad que su carrera militar. En ese papel participó en las misiones en el Darién y en el Congo, y si tuvo algunos relapsos (como cuando defendió un barco de misioneros de los piratas y los hizo huir. evitando una matanza como la de los Mártires de Tazacorte) sirvieron para inspirar al personaje de Robert de Niro en La Misión. Su trabajo fue fundamental en la extensión de estas misiones, y fue reconocido hasta por el Papa.

Las historias de Tiburcio recogidas en el libro (ya disponible en Amazon) y las anécdotas familiares y personales (así como las relacionadas con la historia de la residencia familiar) dieron pie a preguntas del público. Joaquín Mencos cerró la presentación agradeciendo que se recuerde a personajes que han sido importantes para Pamplona y para la historia de Navarra, y proponiendo que en el Baluarte “del Redín” se coloque al menos una pequeña placa que recuerde quién fue Martín, y porqué lleva su nombre. Una petición respaldada inmediatamente por la Asociación.

La grabación del evento ya está disponible en YouTube.

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