La infantilización o no tener en cuenta la opinión de la persona en la toma de decisiones diaria son formas de maltrato. También lo son las restricciones, físicas o químicas. Las personas con discapacidad intelectual son un colectivo vulnerable al maltrato por cuestiones como la dificultad para reconocer el abuso y el maltrato, por tener dependencia de otras personas, por no haberles dotado de mecanismos de defensa, por la dificultad para resolver problemas sociales, por haberles enseñado a confiar, ser amables y complacer a los demás, por haber sido educados para obedecer al adulto, por sus limitaciones o por las dificultades para discernir en quien confiar.
Conscientes de esta dificultad, y comprometidos como asociación con la Ética y Buen Trato, ANFAS se adhirió en 2020 al Plan Nacional de Prevención y Actuación ante el maltrato en los centros de atención a personas con discapacidad intelectual y desde entonces trabaja en estrecha colaboración con Protedis, Servicio de Protección a las Personas con Discapacidad, una entidad surgida del Consejo Social de la UNED.
El término maltrato en las personas con discapacidad se puede conceptuar como acción u omisión que tiene como resultado un daño en la persona con discapacidad. Todas las personas podemos infligir un mal trato sin intención, por desconocimiento, o incluso por carecer de la posibilidad de reflexionar o cuestionarnos las prácticas aprendidas. Este término de maltrato está muy ligado al concepto de dignidad de la persona, uno de los pilares de la equidad y la igualdad.
El Servicio de Envejecimiento Activo de ANFAS es quien ha recibido el Sello de Calidad Avanzada en este tema, sin embargo, desde hace unos años, todo el equipo profesional de la entidad se está formando Ética y Buen trato. El Servicio de Envejecimiento Activo ganó en 2018 el Premio a la Calidad de los Servicios Sociales que otorga el Gobierno de Navarra y en 2021, el Proyecto de Buen Trato resultó finalista en el Premio a la Innovación Social de los Servicios Sociales.
Para ANFAS, en general, y el Programa de Envejecimiento Activo, en particular, son especialmente relevantes las actividades inclusivas que se desarrollan en la comunidad, con grupos de personas mayores que no tienen discapacidad y a las que nos unen los intereses o la edad. Con ellas se consigue un doble enriquecimiento, el de la actividad en sí misma y la participación en la comunidad. Todas ellas son apoyadas tanto por profesionales como por voluntariado, fomentando siempre el apoyo mutuo, la autonomía y la creación de apoyos naturales. Y esta inclusión, meta indiscutible a la que aspirar, supone todo un reto en la aplicación del modelo basado en el Buen Trato
