Opinión

"Al otro lado del Paraíso"

Por Álex Tiraplegui Garjón, Comunicador Audiovisual y estudiante de filología hispánica en la UNED

"Al otro lado del Paraíso"

“Si el escritor ha empleado la arcilla de su vida para crear su libro, no ha hecho más que emplear lo que todos los hombres deben usar, lo que nadie puede dejar de usar”. Así podría comenzar esta historia si, junto a un editor, Thomas Wolfe le diera forma y fondo para una novela a este relato recogido de las calles. Otra forma de empezar, si fuera la escritora Dickinson, sería: “Su corazón es propicio para un hogar—/ Yo—un Gorrión—/ construyo ahí—/ Con la dulzura de las ramas/ Mi perenne nido.”, o, si cabe, “Yo – había estado – Años – fuera de Casa – / Y ahora – ante la Puerta – / No me atrevía a abrir – no fuera que una cara / Que nunca había visto antes”. 

La historia se resumiría, sin embargo, con la ayuda de Bukowski, y este pasaje sobre la vida en la calle, el arte, y el auxilio: “se agachó y se tumbó sobre la hierba.  La hierba recién cortada picaba bastante.  Estaba puntiaguda, afilada, pero tenía un aroma agradable y limpio. El aroma de la paz. (…) levantó la mirada, a través de las partículas, hacia el cielo. El cielo estaba azul y endemoniadamente alto. (…) siguió mirando hacia arriba, al cielo, intentando sacar algo en claro. Pero no sacó nada en claro. Ninguna sensación de eternidad, ni de Dios, ni siquiera del diablo. Pero uno tiene que encontrar primero a Dios para encontrar al diablo.” Porque en el fondo el arte es una tregua en el combate de la vida.

Esta historia nace en las calles del municipio de Zizur Mayor, donde cada sendos días, una pareja de entre cincuenta y sesenta años sale a pedir por las calles. La caminata desde su “hogar” hasta las manos de quienes les ayudan, se vuelve una peregrinación titánica. Las miradas se vuelven inquisidoras, devastadoras, convalecientes. Esta anodina pareja está envuelta en una espiral de la que difícilmente podrán salir a solas, tal y como tozudamente está empeñada en dejarles la sociedad. Sin embargo, esta historia guarda algo de ese milagro del azar que radica en todas y cada una de esas historias que todos conocemos. 

Y es que uno de ellos guarda entre sus bolsillos retazos de eternidad que, debido a su valor, bien podría intercambiar por dinero. Poemas que recuerdan a jóvenes recién salidos de filología o de lenguas clásicas que abordan a turistas a orillas del Darro o frente al primer teatro de Shakespeare en Londres, intercambiando, como dicen ellos, “la voluntad por un poema”. Pero esto es algo más. Esta historia guarda la esencia de las primeras cartas que Emily escribió en 1842 y donde, pese a sus faltas de ortografía, se desmarcó como una de las poetisas más influyentes de la historia de la literatura. Todo en continuo combate con prejuicios de la sociedad. En el municipio de Zizur también se está dando una lucha formidable entre los prejuicios y las desigualdades. También se está mirando hacia otro lado. De esta pareja solo sabemos que combaten a espaldas de la vida, resistiendo al frío y al hambre, a veces, solo con sus letras. 

En esta historia, además, conocemos que hay quienes están recopilando sus poemas para darles la voz que tantas veces se le ha negado a su autor. Unos poemas que cantan a la esperanza y siembran puñales contra las desigualdades y las guerras, poemas que rezan lo siguiente:

“CUANDO NO QUEDA NADA”

Cuando no queda nada y,

están todas las madres

bañadas en lágrimas,

y estén los campos yermos

y la tierra quemada, y

se cuenten los muertos

después de las batallas.

 

Hablarán, los hipócritas,

con sus bocas encharcadas

de vinos y licores, saldrán,

de sus cerebros de bestias

sanguinarias, palabras

rebuscadas, cuando no quede

nada, se escribirá la

historia con palabras

cambiadas.

 

Antonio Mora Ruiz

Autor de este Poema sobre Ucrania


Álex Tiraplegui Garjón, Comunicador Audiovisual y estudiante de filología hispánica en la UNED"