La voz de las mujeres que no se ven

La voz de las mujeres que no se ven

Más de 43.200 mujeres sufren exclusión social y/o pobreza en Navarra y prevén que los datos empeoren con la actual crisis

No copan las principales portadas de los medios, no saldrán en un talent show, ni tampoco las entrevistarán en el podcast de moda, pero, aun así, sus voces merecen ser escuchadas. La Red Navarra de Lucha contra la Pobreza y la Exclusión Social ha lanzado una campaña en la semana en torno al Día Mundial de la Mujer, celebrado el 8 de marzo, para dar voz a esas mujeres de las que no se suele hablar #NoSomosInvisibles.

La campaña recoge la voz de estas mujeres, testimonios de lo que sufren en su día a día la desigualdad, pero que la afrontan con valentía. Los audios circularán en las redes sociales de la plataforma durante esta semana y estará disponible en su canal de Youtube

Desde la Red, comparten que han querido ser su altavoz dado que “hemos percibido que normalmente ellas son invisibles, no están tan presentes o representadas en la lucha feminista. Al darles voz, queremos hacerlas partícipes de esta transformación social”. Apuntan también que la solución pasa por visibilizarlas como punto de partida, para poder buscar soluciones efectivas a cada circunstancia. Un grupo de trabajo específico en la asociación trabajará en esa dirección.

Además, recuerdan que, aunque los últimos datos arrojan que unas 43.200 mujeres sufren exclusión social y/o pobreza en la C.A. de Navarra según el indicador europeo AROPE, prevén que los datos empeoren el próximo año.  “La pandemia ha recrudecido las condiciones de muchas mujeres. La falta de ayudas para la conciliación ha hecho que muchas mujeres hayan abandonado sus puestos de trabajo, formaciones u  oportunidades laborales para dedicarse a los cuidados. Hecho que ya se está trasladando a los datos laborales, en los que han sido las que más desempleo han sufrido. Hay que promover un modelo de corresponsabilidad doméstica para el reparto de cargas en los hogares”. Tal y como declaran, “esto solo ahonda más en la desigualdad en el acceso al empleo y en la capacidad económica de las mujeres. Urge implantar medidas que eviten esto y corrijan esa desigualdad”.

Las múltiples caras de la feminización de la pobreza

Las mujeres en situaciones de vulnerabilidad se ven atravesadas por múltiples circunstancias, partiendo de la exclusión social y la propia discriminación por la falta de igualdad. Pero, además, en ocasiones se les suman otras circunstancias tales como las consecuencias de la violencia machista, el racismo o la xenofobia, el sin hogarismo o la toxicomanía. 

Desde la Red traen dos ejemplos de ello.

Mujeres y sin hogarismo

A las mujeres que están sin hogar las hemos invisibilizado como mujeres, como personas y como víctimas de violencias, algunas sufridas por el hecho de ser mujeres, otras por su situación, muchas por ambas.

Se dice que del total de personas que duermen en la calle o en albergues, solo un 20% de ellas son mujeres. De ahí que en muchas ocasiones estos espacios no sean adecuados o ellas no los sientan como seguro, a pesar de ser sus únicos lugares de protección. 

Especialmente vulnerables por la vinculación que se hace entre violencia machista sufrida en la vida y sufrir sin hogarismo. Un estudio de Sonia Panadero, de la Universidad Complutense, arrojó datos que podrían esclarecer esta relación: el 42% de las mujeres sin hogar había sufrido malos tratos en la infancia y la adolescencia, y el 30% de ellas fueron víctimas de agresiones sexuales. 

Los proyectos como HousingFirst podrían ser la vía de escape a situaciones como las que sufren unas 50 mujeres al año en Pamplona.

Me llamaron gitana y se olvidaron de llamarme mujer

Las mujeres gitanas, al igual que la mayoría de mujeres, sufren discriminación. Sin embargo, a las mujeres gitanas se les añaden una serie de desventajas por el simple hecho de ser gitanas y que pueden derivar, sin duda, en un tipo de discriminación específica como es la discriminación interseccional. Una situación estructural de desventaja que afecta a la salud, a los estudios y al trabajo, entre otros.

Las mujeres gitanas luchan en su día a día con el racismo que ha concebido un único modelo de ser mujer gitana, el de los estereotipos. Por eso, muchas veces no se concibe una imagen diversa de mujer gitana e incluso en algunas ocasiones, no las incluyen en el imaginario colectivo de mujeres.  Es necesario reivindicar, por lo tanto, visibilizar la diversidad y heterogeneidad de las mujeres gitanas fomentar su empoderamiento y dignificar sus vivencias.

Silvia García, técnica de igualdad de la Fundación Secretariado Gitano apunta que “las mujeres gitanas luchamos en nuestro día a día con el racismo que ha concebido un único modelo de ser mujer gitana, el de los estereotipos. Por eso, muchas veces no se concibe una imagen diversa de mujer gitana e incluso en algunas ocasiones “nos llaman gitanas y se olvidan de llamarnos mujeres”.

Transcripción de algunos audios:

“Las mujeres gitanas sufrimos una triple discriminación. Por ser mujer, por ser gitana, y si vives en una zona rural donde existe una falta de recursos nos encontramos totalmente en desventaja. A la sociedad le quiero decir que como mujeres gitanas tenemos voz y mucho que decir.”

“Como mujer sufro desigualdad, por ejemplo en el ámbito laboral depende del puesto, no recibimos el mismo trato que los hombres. Estamos empoderadas y con ganas de luchar y seguir adelante”.

“En el caso de la ludopatía, una mujer jugando a las tragaperras se le mira mal. Entre estas mujeres abunda el perfil de usarlo como vía de de escapa y todo esto genera otros problemas. Aceptar esto, sería el primer paso para quitar estos estigmas y empezar a prevenir a niños y niñas”.

“He sentido muchas veces el efecto de la desigualdad y el racismo: gestos, rechazo: burla: palabras que hieren y se clavan como espadas. Por ser mujer y por ser gitana. Se habla de paz e igualdad, pero es todo tan sutil. Despreciar a alguien para sentirte mejor, y eso no es fortaleza, es un signo de debilidad, de miedo y de decadencia. Pensar que lo que hagamos sea para hacer felices a los demás y así crearemos un mundo mejor. Pongamos nuestro granito de arena. No a la desigualdad y al racismo”.

“He sufrido violencia machista en casa y con alguna pareja que he tenido. En el ámbito laboral también. Teniendo responsabilidad al ver que era mujer sentía que no me hacían caso frente a mis compañeros hombres, a los que sí se les atendía. A la sociedad le diría que basta ya. Somos iguales, somos humanos y hombres y  mujeres valemos por igual. No somos ni más, ni menos”.